En junio de este año se publicó un estudio realizado por el CONICET, y el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), sobre el nivel de herbicidas en los caudales de agua en la Región del Litoral, y el resultado fue alarmante: Se detectaron niveles récord de glifosato en los sedimentos de algunos cauces.
Agua negra, olores insoportables, niveles de E. coli miles de veces superiores a lo permitido y bajos niveles de oxígeno disuelto. Así se encuentran los arroyos Las Tunas, Espinillo, Crespo y Las Conchas, entre Santa Fé y Entre Ríos, que desembocan en el Río Paraná.
El análisis fue publicado en conjunto con la Universidad del Litoral, y evidenció las consecuencias del desecho del herbicida más usado del país. El caso más crítico fue el del arroyo Las Conchas, en Entre Ríos, donde se registraron 5002 microgramos de glifosato por kilo de sedimento, el valor más alto informado hasta la fecha en Sudamérica.
“Estamos ante una situación de colapso ecológico silencioso. No se trata solo de un contaminante. Es un cóctel de químicos, materia fecal, metales pesados y residuos industriales que actúan sinérgicamente, afectando gravemente la biodiversidad y potencialmente también a la salud humana”. advirtió el doctor en ciencias biológicas Rafael Lajmanovich, uno de los autores del estudio.

Parte de la evaluación consistió en exponer renacuajos de la especie Rhinella arenarum al agua de los arroyos Crespo y Las Tunas. El resultado fue contundente: el 100 % de los individuos murieron en menos de 24 horas.
Por qué el glisfosato termina en en el agua?
Hace 20 años se usaban en el país 3 litros de glifosato por hectárea por año. Hoy, el promedio es de 15 litros por hectárea, ubicando a Argentina dentro de los tres países que más utilizan la sustancia en el mundo.
Cuando llueve, o se inundan los campos de trigo y soja, el agua lleva consigo los herbicidas aplicados en los cultivos, y los depara en los caudales de agua más cercanos. Atrazina, metolacloro, cipermetrina, entre otros, son los agroquímicos que terminan en los arroyos y ríos.
Además, las fábricas e industrias agrícolas tiran los desechos directamente a estos caudales, que en algunos casos son la fuente de agua potable de las comunidades aledañas.
“Las tomas de agua de Santa Fe y Paraná están a pocos kilómetros de donde desembocan estos arroyos contaminados”, alertó Lajmanovich. “No hay métodos seguros para eliminar glifosato en las plantas potabilizadoras.”

«El principal tema es que este es un problema silencioso y a largo plazo, entonces quizás no se le da la importancia porque no están viendo realmente el efecto, y es complejo, porque incluye actividades que son el sustento de la población. El agro y la industria son actividades muy fuertes. Pero me parece que es necesario rever las regulaciones para la industria en cuanto al tratado de desechos y los límites de aplicación de los pesticidas.» Aclara la doctora en Ciencias Biológicas Ana Cuzziol Boccioni, otra de las investigadoras que produjo el estudio.
Mientras los datos siguen acumulándose, el deterioro avanza. Los arroyos del litoral, que alguna vez fueron fuentes de vida y paisaje, hoy arrastran veneno invisible. Y si no se actúa pronto, el daño podría ser irreversible. “Ya no se trata de falta de información, sino de falta de decisión política”, concluyó Lajmanovich.