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Encuentran microplásticos en tres especies de pingüinos de la Antártida

El hallazgo de microplásticos en especies marinas no es un problema nuevo, pero estos componentes tóxicos empiezan a ser cada vez más omnipresentes en los ecosistemas oceánicos. Estos pequeños fragmentos de tamaño inferior a los 5 milímetros de longitud suelen entrar en la cadena trófica a través de pequeños peces, invertebrados y otros organismos filtradores que son depredados posteriormente por criaturas más grandes. Sin embargo, también pueden encontrarse en criaturas diminutas, como el kril. Hace tres años, un equipo de investigadores de la Universidad Griffith de Australia, descubrió que el kril antártico (Euphausia superba), un crustáceo parecido a una pequeña gamba que se alimenta de fitoplancton, es capaz de ingerir pequeños fragmentos de plástico y excretarlos en forma de unos residuos mucho más diminutos, denominados nanoplásticos.

Ahora, una nueva investigación liderada por científicos del Museo Nacional de Ciencias Naturales, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (MNCN-CSIC), ha demostrado el alto contenido de microplásticoscomo poliéster y polietileno, entre otras partículas de origen antrópico, en el organismo de los pingüinos antárticos. Han llegado a esta conclusión a través del análisis de heces de tres especies en distintos lugares y en diferentes años. El estudio, publicado en la revista Science of the Total Environment, incide sobre la necesidad de conocer los efectos de estas partículas y de establecer medidas más efectivas para controlar la contaminación por plásticos y otros residuos de origen humano en el continente antártico.

Las partículas llegaron a los pingüinos a través del kril

“Estos contaminantes llegan a mares y océanos principalmente a través de la basura y los desechos procedentes de las actividades antrópicas -explica Andrés Barbosa, científico del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y autor del trabajo, en una nota de prensa de la entidad- . Dada la baja presencia humana en el océano Antártico, y en general en todo el continente, cabría esperar una baja contaminación por microplásticos en estas áreas. Sin embargo, las estaciones de investigación, los barcos pesqueros y turísticos y las corrientes marinas hacen que estas partículas lleguen a estos hábitats, pudiendo provocar una alta concentración a nivel local”, explica José Xavier, investigador de la Universidad de Coímbra.

El estudio internacional, en el que han participado investigadores de Portugal, Reino Unido y España, analizó la presencia de microplásticos en la península Antártica y en el mar del Scotia, dada la importancia ecológica de estos hábitats. Para ello, analizaron las heces de tres especies de pingüinos: el pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae), el barbijo (Pygoscelis antarcticus) y el pingüino juanito (Pygoscelis papua). “Los pingüinos se utilizan para muchos estudios porque su biología y ecología son bien conocidas y el hecho de que sean depredadores les convierten en buenos indicadores de la salud de los ecosistemas en los que viven”, aclara Barbosa

Los resultados del análisis muestran que la dieta de las tres especies están compuestas por distintas proporciones de kril antártico, en un 85% en el caso del pingüino de Adelia; un 66% en el del barbijo y, finalmente, un 54% en el pingüino juanito. Según apunta Joana Fragão, investigadora de la Universidad de Coímbra y coatura del estudio, se encontraron microplásticos en un 15, 28 y 29% de las muestras analizadas. Los científicos encontraron concentraciones de 0,29 partículas por individuo, con una frecuencia de su aparición era similar a la de todas las colonias, lo que hace pensar que no se trataba de un origen concreto de contaminación en algún punto del mar del Scotia, sino que debía de tratarse de una tendencia generalizada.

¿Cómo afectará el plástico a unos ecosistemas marinos ya azotados por el cambio climático? ¿Qué consecuencias tendrán estos elementos tóxicos en la salud de las especies marinas?

«El hallazgo de microplásticos en la Antártida indica la amplitud geográfica de la distribución de estos residuos, que hoy sabemos que están presentes en zonas donde la actividad humana es muy inferior a otros lugares del planeta», explica Andrés Barbosa a National Geographic a través del correo electrónico. Estos compuestos, aclara el investigador, son preocupantes, pues tienen efectos efectos nocivos sobre los organismos vivos, ya que se consideran disruptores endocrinos, y, por lo tanto, afectan a la fisiología, la reproducción y la movilidad.

Los científicos afirman que es necesario seguir estudiando en esta línea de investigación para comprender mejor la dinámica de estas sustancias tóxicas y sus efectos en los ecosistemas con el objetivo de diseñar nuevas políticas de gestión medioambiental en la Antártida.

Fuente: NatGeo