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Hoy estamos comiendo trigo transgénico! Significado y consecuencias

Por Santiago Campeni

 Pan, fideos, facturas, pizza, todas comidas que comemos día a día y que se encuentran en la base de la alimentación de los argentinos tienen un denominador común: están hechas con harina, y recientemente podemos decir que con harina de trigo transgénico. Pero ¿qué es un transgénico? ¿Afecta en algo a la salud esta nueva variedad de trigo? Este y otros interrogantes trataremos de resolver en este artículo.

¿Qué es un transgénico? 

Un transgénico es cualquier organismo al que se le agrega un gen de otra especie. En este caso a la planta de trigo se le adiciono un gen del girasol que le da mayor tolerancia  a las sequías. Además se le agregó un gen de resistencia a un herbicida llamado glufosinato de amonio, con el objetivo de fumigar los campos para matar a todas las malezas menos al trigo resistente. 

Es importante aclarar que un transgénico no es malo o bueno en sí mismo, todo depende de las aplicaciones que se le de a esta tecnología. Si pensamos que se creó un trigo más tolerante a las sequías en un contexto de tres años de crisis hídrica en el país, situación que se ve agravada con el cambio climático, parece una innovación positiva. Sin embargo agregar un gen de resistencia a un plaguicida en el país que más aplica Glifosato (otro herbicida) en el mundo, no parece tan buena idea. 

Este evento transgénico fue desarrollado por la empresa de agroinsumos argentina Bioceres, que en mayo del 2022 consiguió la autorización del Gobierno Nacional para comercializar esta nueva variedad de trigo en el mercado argentino. Recientemente esta empresa ha comunicado que su trigo HB4 (así se lo denominó) ya se usa en más de 25 molinos del país para hacer harina. 

En comunicación con el medio especializado en agricultura “Agrofy” el gerente del Molino Esperanza, Agustin Forzani anunció que hace tres años que usa este trigo para fabricar harina, dejando al descubierto que la venta de este trigo transgénico comenzó mucho antes de tener el visto bueno del Gobierno argentino. 

Pero ¿qué riesgos podría traer que llegue un trigo fumigado con un agroquímico a la mesa de los argentinos?

De usarse esta variedad de trigo, existe la posibilidad de que se de contaminación genética entre trigos transgénicos y no transgénicos. Esto se da cuando abejas u otros polinizadores transportan polen de plantas HB4 a plantas no transgénicas. 

Otra situación que se daría es que los consumidores argentinos, nunca se enterarían que trigo están comiendo. En el país no existe una legislación que informe a los compradores si consumen un producto que provenga de un organismo genéticamente modificado (OGM) o no. Si bien comenzamos a ver en las góndolas de los supermercados el etiquetado frontal que nos advierte sobre los excesos de grasas, sodio y azúcares, esto no sucede con los OGM. 

Pero sin duda el mayor riesgo estaría en la mayor aplicación de agroquímicos que supone el uso del trigo tolerante a sequías. El trigo HB4 es utilizado con un “paquete tecnológico” que conlleva la utilización del glufosinato de amonio, un herbicida 15 veces más tóxico que el glifosato. El uso de estos agroquímicos no es inocuo, produce efectos en la fauna como los ya hemos mencionado en este medio, ya que existen estudios de universidades nacionales que afirman haber encontrado niveles récord de estos dos herbicidas en peces del río Salado. 

También de la mayor aplicación de herbicidas en el país, se profundizará la problemática de los pueblos y escuelas rurales fumigados. Sin duda el ejemplo más palpable es el de las madres del barrio de Ituzaingó, en la provincia de Córdoba, donde realizaron un mapeo de los casos de enfermedades de cáncer y otras afecciones que luego se constató que eran producto de las fumigaciones de los campos aledaños a sus casas. 

Y si pensamos que por vivir en una ciudad alejada del campo, estamos a salvo de los agroquímicos, estamos equivocados. Al utilizarse este trigo en la harina para hacer pastas, pan, pizza, facturas, tortas, entre otros, estaríamos ingiriendo estos agroquímicos. No existen estudios que demuestran los efectos a largo plazo de la ingesta de pequeñas dosis de glufosinato de amonio en los humanos, sin embargo sí se sabe que los restos de los plaguicidas llegan a las mesas. Según datos del SENASA, de las verduras que llegaban al mercado central entre 2011 y 2013 el 60% tenía trazas de plaguicidas.

Los comensales debemos defender nuestro derecho a elegir y decidir qué es lo que comemos, nuestro derecho a una alimentación sana. Los caminos son varios y de largo recorrido, desde transitar y fomentar la agroecología, un sistema que tiene en cuenta al ecosistema entero para utilizar menos insumos provenientes de combustibles fósiles en la agricultura, hasta exigir saber qué es lo que comemos con un etiquetado que nos informe si nuestra comida está hecha con OGM tratados con agroquímicos o no.